El Festival Cruïlla inicia el fin de semana con 23.000 asistentes y una jornada intensa llena de música, humor y grandes nombres internacionales

El Festival Cruïlla en su tercera noche
Tercer día de Cruïlla y el Parc del Fòrum volvió a transformarse en un microcosmos de sonidos, emociones y pieles vibrando al mismo compás. 23.000 personas llenaron los rincones del recinto en una jornada donde las guitarras fueron protagonistas, pero compartieron el foco con la diversidad que define al festival: desde el folk de raíz hasta la electrónica más bailable, pasando por el pop, el soul y la comedia.
El arranque de la tarde ya prometía: El Nido, banda burgalesa que mezcla percusión folklórica con vitalidad casi punk, convirtió el escenario Vueling en una verbena de pueblo elevada a categoría de rito colectivo. Mientras tanto, en el escenario Occident, Africa Express—ese fenómeno musical de alineación siempre mutante—ofreció un directo que se sintió más como una ceremonia que como un concierto. Damon Albarn, artífice del proyecto, subió acompañado por artistas de México, África, EE.UU. y Reino Unido para entregar uno de los momentos más potentes y expansivos de esta edición.
Bikôkô, con su elegante combinación de R&B experimental y soul ambiental, inauguró el escenario Vichy Catalan con una presencia escénica hipnótica. Le siguieron la mallorquina Maria Jaume—que logró abarrotar el espacio con su propuesta de pop electrónico nostálgico—y Çantamarta, cuyo concierto fue un viaje estilístico que conectó de forma honesta con un público cada vez más entregado. El dúo Ciutat, por su parte, cerró esa franja con humor, descaro y un show que jugó a romper las reglas del concierto tradicional.
La tarde avanzó dejando paso a los nombres consagrados. Ben Harper, presente en la primera edición del Cruïlla, volvió con su habitual mezcla de honestidad, virtuosismo y groove pausado. Texas, con una Sharleen Spiteri que no necesita presentación, demostró que los himnos del pop-rock de los 90 siguen resonando con fuerza. En el escenario Estrella Damm, Love of Lesbian ofreció el primero de sus dos conciertos en el festival. Los barceloneses volvieron a tocar en casa, entre viejos amigos, y su conexión con el público fue tan natural como emocionante.
Uno de los regresos más celebrados fue el del escenario Vallformosa, reservado para la comedia, que esta vez ofreció un cartel ecléctico con voces destacadas del panorama catalán e internacional. Una fórmula ya clásica en Cruïlla, que este año apostó aún más por ese equilibrio entre la risa y la música, haciendo que el público se moviera entre carcajadas y ovaciones.
Ya entrada la noche, el ambiente se tiñó de épica con el show de Thirty Seconds to Mars. Los hermanos Leto salieron a por todas: Jared, enérgico e histriónico como siempre, no tardó en ganarse al Fòrum con su mezcla de carisma y vocación de rockstar. Antes, Mikel Izal había ofrecido uno de los sets más emotivos del día, con un directo cuidado y lleno de detalles. Leon Bridges completó ese tramo con una actuación elegante y sutil, cargada de soul sofisticado y una voz que acaricia.
Pero el festival no se detuvo ahí. Como es tradición en Cruïlla, la madrugada fue territorio de baile. Crystal Fighters convirtieron su directo en una celebración tribal, mezcla de rave y fiesta popular. L’Impératrice, con su synth-pop francés y estética cinematográfica, ofreció un viaje sensorial y magnético. Y Vive la Fête puso el broche con una verbena electrizante de electrónica y desenfreno estético que dejó al público exhausto y feliz.
Con esta jornada, el Cruïlla encara su última noche y se prepara para celebrar sus 15 años de historia con todo el arsenal. Si algo quedó claro este viernes es que el festival no solo sobrevive al paso del tiempo, sino que sigue redefiniéndose con una energía que contagia.