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Imagine Dragons conquista Barceona en una noche de energía desbordante y mensajes inspiradores

jueves, 3 de julio de 2025

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Imagine Dragons en su concierto del Estadi Olimpic, con más de 55.000 personas

El Estadi Olímpic de Barcelona recibió a Imagine Dragons en una noche cálida de verano. Los más de 55.000 asistentes llenaron las gradas con expectación y muchas ganas de escuchar al grupo en directo. Una de las primeras canciones con las que abrieron el concierto fue “Thunder”, un inicio directo que marcó el ritmo de la noche. Desde los primeros compases, la banda conectó con la audiencia, que respondió coreando y siguiendo cada gesto de Dan Reynolds.

“Thunder” funcionó como introducción a un repertorio que alternó momentos intensos con otros más pausados. El grupo mantuvo un ritmo constante, sin grandes pausas, y sin perder cohesión entre canciones. Dan Reynolds recorrió el escenario con soltura, mientras la banda tocaba los temas con precisión.

Uno de los momentazos, que suelen pasar desapercibidos para quienes sólo escuchan la música grabada, fue el solo de Wayne Sermon. El guitarrista, elegante y sobrio, se plantó bajo un foco y comenzó a desgranar notas con una mezcla de rabia contenida y poesía eléctrica. Su interpretación no fue solo técnica: fue visceral, con ese filo emocional que distingue a los músicos verdaderamente conectados con su instrumento. El aplauso que estalló al final no fue simple cortesía; fue un reconocimiento visceral, una ovación de esas que salen desde el estómago.

Pero si algo tiene Imagine Dragons es su capacidad para alternar la euforia con la vulnerabilidad. Y lo demostraron con “Bad Liar”. Dan tomó el micrófono con una calma inusitada, bajando la intensidad del momento para abrir una ventana a lo íntimo. Su voz, trémula pero firme, fue desnudando la letra con una honestidad que conmovió incluso a quienes ya la conocían de memoria. El estadio, antes rugiente, cayó en un silencio reverencial. Las luces de los móviles comenzaron a encenderse como luciérnagas: miles de puntos de luz que palpitaban al ritmo de una canción que hablaba de fracturas internas, de verdades que duelen, de amor que no basta pero que insiste.

Más adelante, Reynolds se dirigió al público para compartir una breve reflexión sobre salud mental. Recordó sus primeras experiencias escribiendo canciones como una forma de canalizar emociones, y animó a los presentes a no ocultar su vulnerabilidad. Contó que a los doce años escribió su primera canción como una forma de liberar lo que sentía, y alentó al público a hacer lo mismo: a expresarse, a no temer mostrarse vulnerables. "Id a terapia", dijo. "No te hace más débil, te hace mejor". Fue un momento breve, pero potentísimo. El aplauso que siguió tuvo algo de catarsis colectiva. No era sólo por él, era por todos. Porque todos entendieron.

“Natural” vino justo después como un trueno que corta el cielo despejado. Una llamada al instinto, a la fuerza, al coraje de seguir siendo uno mismo. Con cada golpe de batería, el estadio recuperaba la adrenalina y la banda volvía a desplegar su músculo musical con precisión quirúrgica. El espectáculo seguía creciendo en intensidad, sin dar respiro pero sin abrumar. Cada canción era un capítulo y el público los devoraba con una entrega pocas veces vista.

El final llegó con “Radioactive”, que desató un estallido colectivo, un torbellino de gritos, luces y energía. Y cuando le siguió “Demons”, con ese tono confesional, el estadio se convirtió en una sola voz. El cierre definitivo con “Believer” fue apoteósico: cascadas de confeti, explosiones de luz, una puesta en escena que combinaba espectáculo visual y emoción auténtica. Dan, de rodillas en el escenario, gritaba hacia el cielo mientras el público lo acompañaba como si compartieran el mismo latido.

La actuación duró más de dos horas y fue una celebración de la música como puente emocional, como espacio seguro, como explosión de identidad compartida. Imagine Dragons, con su mezcla de rock, pop y electrónica, demostró por qué siguen siendo una de las bandas más relevantes del directo internacional. Dan Reynolds, con su energía, su discurso y su presencia escénica, confirmó que no sólo lidera una banda: lidera un fenómeno emocional.