El artista colombiano deslumbró en los Jardins de Pedralbes con un show cargado de emoción, romanticismo y ritmos que hicieron vibrar al público de principio a fin.
Fonseca durante el concierto en Les Nits de Barcelona / ActualityFM
Anoche, els Jardins de Pedralbes no fueron simplemente un escenario más. Se convirtieron en un lugar donde la emoción, la música y el amor se dieron la mano gracias a Tropicalia, la gira con la que Fonseca está recorriendo los grandes escenarios del mundo. Y Barcelona no fue la excepción.
Desde los primeros acordes de Eres mi sueño, el público lo tuvo claro: esto no era un concierto cualquiera. En cuestión de segundos, la gente se puso en pie y convirtió el elegante auditorio al aire libre en una pista de baile vibrante, llena de sonrisas, abrazos y corazones latiendo al ritmo del pop tropical colombiano.
Pero fue con Simples Corazones cuando todo estalló. La conexión entre Fonseca y el público fue mágica. Cada verso coreado, cada palma al unísono, cada mirada de complicidad… Todo fluyó como si se tratara de una gran familia celebrando la vida.
Entre tanta fiesta, también hubo espacio para la ternura. Con Por toda la vida, Fonseca abrió su corazón y habló de lo que significa ser padre. “Es un poema al amor más puro que existe”, dijo, y lo cierto es que la emoción se sentía en el aire. No fueron pocos los que se limpiaron alguna lágrima mientras sonaba la balada.
Y como si la noche no fuese ya lo bastante especial, durante Qué suerte tenerte, una pareja del público protagonizó una pedida de mano que arrancó una ovación inolvidable. Aplausos, lágrimas y teléfonos grabando uno de esos momentos que hacen del directo algo irrepetible.
El repertorio fue un recorrido por los grandes éxitos de su carrera, con paradas obligadas en temas como Si tú me quieres (la colaboración con Juan Luis Guerra) o Nunca me fui (junto a Rubén Blades). Y, cómo no, el clímax llegó con Te mando flores, que puso a cantar hasta a quienes venían “de acompañantes”. El broche final, sin embargo, fue una joya: Prometo en versión acústica, íntima, sencilla y conmovedora.
Lo más bonito fue ver la diversidad del público: familias, grupos de amigas, muchas parejas, y un mar de banderas colombianas y venezolanas ondeando con orgullo. Todos unidos por la música y el calor humano que Fonseca sabe crear como pocos.
Tropicalia no es solo una gira. Es un viaje emocional. Es ritmo que se baila, historias que se sienten y letras que llegan al alma. Fonseca lo volvió a hacer: regalarnos una noche mágica. De esas que no se olvidan.