Fuego, luces y reggaeton: así hizó historia Myke Towers
Myke Towers haciendo vibrar en Barcelona - Guillermo Castañera
Myke Towers volvió a dejar claro que su nombre no es solo un fenómeno de streaming, sino una fuerza real capaz de sacudir escenarios como el del Palau Sant Jordi. Lo hizo este lunes por la noche en una cita marcada en rojo en el calendario de sus fans, donde el reguetonero puertorriqueño arrasó con un show de más de hora y media que combinó fuego, luces, sudor y mucha calle.
Desde el primer segundo, el ambiente fue puro delirio. El público —en su mayoría joven, entregado desde antes de que se apagaran las luces— recibió al artista con gritos que ahogaban cualquier otro sonido. Sin mucho protocolo, Towers apareció entre llamaradas digitales y arrancó con fuerza con “Doble C”, marcando el tono de una noche que prometía no dar tregua.
El repertorio fue un recorrido calculado pero potente por sus grandes éxitos, sin dejar fuera los temas que lo han consolidado como uno de los referentes actuales de la música urbana. “LALA”, “La Falda”, “Diosa”, “Bandido”, “Mírenme Ahora”… cada una se vivió como un himno colectivo. Incluso sus nuevas canciones, menos conocidas, fueron recibidas con entusiasmo. El público no solo cantaba: las vivía.
Pero el concierto no fue solo música. Fue un espectáculo visual a la altura de los grandes tours internacionales. Luces sincronizadas, visuales agresivos, columnas de fuego, efectos de humo… cada canción tenía su atmósfera. En “Adivino”, por ejemplo, el escenario se tiñó de rojos y azules, y en “Pareja del Año” se permitió un momento más íntimo, bajando revoluciones sin perder intensidad.
A mitad de show, el artista se tomó unos minutos para hablarle al público. “Barcelona siempre me trata cabrón. Esto es un sueño pa’ mí”, dijo, recibiendo una ovación que pareció mover los cimientos del Sant Jordi. Ese vínculo emocional fue una constante: Myke no solo ofreció música, ofreció conexión.
Si algo dejó claro es que su figura va más allá del hit viral. Sobre el escenario, Towers mostró control, carisma y un dominio absoluto del ritmo del show. Sabe cuándo subir, cuándo bajar, cuándo dejar al público cantar. No necesita grandes coreografías ni bailarines: él, su micrófono y su actitud fueron más que suficientes.
La gira, que lo está llevando por otras ciudades europeas como Madrid, Londres o París, tiene en Barcelona una de sus paradas más potentes. Y se notó. La entrega del público fue total y el sonido —por momentos algo saturado, pero sin arruinar la experiencia— acompañó bien el vendaval musical.
Cerró con “Extasy”, uno de los temas más celebrados de su carrera, y tras una breve despedida, desapareció sin bises ni necesidad de más. Ya había dicho todo.
Anoche, el Palau Sant Jordi fue testigo de un artista que no solo arrastra números, sino también presencia, discurso y autenticidad. Una noche de fuego, como prometía el cartel. Y una prueba más de que Myke Towers ya no está subiendo: está arriba.